Palabras de Noel Bonilla-Chongo para la presentación del libro Boán, la Danza,
de la autoría de Alejandro Aguilar y publicado por Ediciones Alarcos,
2016 (ISBN: 978-959-305-081-4)
Feria Internacional del Libro de La Habana, viernes 9 de febrero de 2018.
Boán, la Danza: de sus manías razonables para vivir-pensar-crear*
Sí, insisto: aún hoy sigo sin tener dudas; es desde el cuerpo donde nacen todas las escrituras y desde donde se hacen todas las lecturas. Entretanto, la escritura de la danzalidad no puede desprenderse del cuerpo danzante, de ese lezamiano “trozo de carne transcurrida”. Transcurrida de anhelos, venturas, deseos, dolores, gozos, frustraciones, quietud, maldad, adioses y también dulces bienvenidas, profecías de mágicas historias. Ahora, esta, mi escritura, tampoco se desprende de mi cuerpo. Ella nace del ritmo vital, de pulsiones generadoras de tensiones que me hacen danzar ¿escribiendo acaso?
Sí, aún hoy, la condición finita de la danza atenta contra su trascendencia. La breve acción escénica suele ser tomada como el punto inicial y final del hecho de danzar, obviando con frecuencia la historia que le otorga referencias y los postulados ideológicos y estéticos que la sustentan. Aun así, asumir la danza en su dimensión teórica supone un ejercicio pleno de responsabilidades, exigencias e incomprensiones. Abordarla desde la perspectiva histórica, implica rigor y apego irreductible a la verdad. Tratarla desde la óptica de la apreciación crítica, conlleva a la elaboración de un nuevo discurso estético a partir del acto creativo que le dio origen.
Por ello, ante la maniobra de buen voyeur que me ha provocado la lectura y consultas de Boán, la Danza; se me antoja recordar aquel sutil modo descuartizador que usara Omar cuando presentara el primer número de la revista Tablas en el debut de su dirección…, pero la fina hechura, exquisita poligrafía y continente de este holístico cuaderno no me lo permitiría. Registra él, cual catálogo razonado, los itinerarios de una de las creadoras más “lenguaraz” y oportuna en el arte escénico cubano.
Boán, la Danza, se va articulando desde el cuidadoso collage intertextual y contextual donde, la vida y obra de Marianela Boán en estos primeros cuarenta y cinco años de su estar, vehicula un discurso narrante muy particular. Sin echar mano a las metodologías más comunes de construir una biografía al uso, Alejandro Aguilar (poeta, narrador, compilador y esposo de la Boán) supo discernir entre tanta INFO acumulada para llegar a ese sumun identitario que, como patente de corso, extrae en síntesis su presentación de Made in Boán production.
Y es que, para quienes tuvimos la experiencia de ser sus espectadores habituales o de compartir como colegas de profesión o simple admiradores desde la movida generada en la escena cubana de la segunda mitad de los ochenta, quiérase o no, con Boán, la Danza, se nos aquieta la nostalgia (o, acaso, se nos rememora). Pues sus modos de hacer danzar la polis desde la polifonía de la palabra y la significación del gesto, distinguen la elegancia en la danza cubana de quien, aún en la distancia, asegura que toda pureza es estéril. Ella, como pocos, supo poner el dedo en la llaga para decirnos cuán peligrosa es la zona de teatralizar (o, mejor, danzalizar) con eficacia “lo cubano”.
Hoy, diríamos todos que la colección Cuadernos Tablas, se viste de lujo, viste sus mejores galas… En las más de doscientas páginas de Boán, la Danza, lo aparentemente textual se nos devuelve suerte de narrativa transmedia (incluso sin anexarse físicamente el registro en video de la producción coreográfica de Marianela), pero el delicado trabajo de las diseñadoras Yudarkis Veloz y Annelis Noriega a partir de la selección de documentos, afinan el empeño y exigente manera que Boán y Aguilar optaron por concebir la puesta en visión de sus “Razones”.
Como dije, si para quienes acompañamos la labor coreográfica de Marianela Boán y a su creación más fecunda: la fundación de la compañía DanzAbierta hace ya treinta años (con la que produjera las piezas más memorables de la danza contemporánea cubana El pez de la torre nada en el asfalto o Chorus Perpetuus), es este libro un recíproco regalo retribuido; para quienes llegaron después, Boán, la Danza, correspondería entenderse como expansión real e imaginal de un largometraje que incorporará in progress nuevas amplificaciones y lecturas, pues sin duda alguna, su publicación y puesta en circulación por Tablas-Alarcos es reverencia coherente y merecida a la obra creativa de Marianela. Pivote principal en los múltiples tránsitos vividos en procura de otros niveles de comprensión acerca de las expresiones artísticas de la danza y, lo que creo fundamental, el haber promovido la creación de una conciencia crítica en la danza cubana.
Ella, fiel devota de las enseñanzas del maestro Ramiro Guerra, como él, sabe que el arte coreográfico (como todo buen el arte), debe ocuparse de lo singular, de la carencia, de la excepción, no de la regla. Entonces ante tanta fragmentación de las audiencias lectoras-espectadoras, quiérase que Boán, la Danza, sea parte de esa singularidad que nos ayude en la transformación aportativa de quienes seguimos apostando por ver la danza como área de conocimiento y actividad cognitiva, epistemológica, reflexiva, revisora del cuerpo y su corporalidad, cuya especificidad demanda la estructuración de un instrumental teórico-operativo propio, lo suficientemente dilatado para implicar la articulación de otros saberes y correlatos, única manera posible para poder abarcar la complejidad de la danza misma, hoy más que nunca cuando la existencia de la vida y sus cuerpos narrantes, gravitan ante tantas amenazas en este mundo.
¡Enhorabuena a su autor y a nosotros, sus lectores por estas manías razonables para vivir-pensar-crear-en y desde la danza. Muchas gracias!